EN RECONOCIMIENTO A MIS MECENAS
Antonio Vallejo. Vecino de mi madre. Me conocía poco. Nada.
Yo había establecido una relación común con su mujer por ser francesa y tener en común con ella eso, Francia y todo lo que es francés.
Un dia me encuentra en su casa saludando a la super-amabilísima Michelle y, hablando de mi regreso a España y mi intención de dedicarme a pintar, Antonio se lanza, por su propia iniciativa, a abrirme puertas y puertas y más puertas para que pueda exponer e introducirme en ese mundillo maravilloso del arte.
Increíble, mi suerte. Totalmente milagroso.
Yo no pedí nada, pero Antonio me lo dio todo.
Con unas llamadas y unos contactos consiguió en poco tiempo obrar los milagros más imposibles.
Decir gracias se queda corto, Antonio, muy corto.
Joaquín, dueño del bar de tapas El Vinagrillo. Amigo de Antonio. Antonio lo llama por teléfono y le propone una exposición de cuadros de una perfecta desconocida: yo.
Joaquín no sólo acepta. Joaquín me brinda toda su pared en el bar, por todo el tiempo que quiera, sin comisión ni alquiler.
Joaquín me anima a hacer lo que quiera en su propiedad. Joaquín ni siquiera me conoce. Antes ni siquiera de verme ya me ha dado luz verde para que yo misma organice en su bar mi exposición, a mi gusto, a mi manera.
¿Por qué? Porque Joaquín, como Antonio, es un alma generosa y hasta le parece fácil serlo.
No existen muchos Antonios ni muchos Joaquines así por el mundo.
Qué diferente sería el mundo si los hubiera!
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